Definición: El chovinismo o chauvinismo (adaptación
del apellido del patriota francés Nicolas
Chauvin, un personaje histórico condecorado en las guerras napoleónicas), también conocido
coloquialmente como patrioterismo, es la creencia narcisista,
próxima a la paranoia y la mitomanía,
de que lo propio del país o región al
que uno pertenece es lo mejor en cualquier aspecto. El nombre proviene de la comedia La
cocarde tricolore (La Escarapela Tricolor, 1831) de los
hermanos Cogniard, en donde un actor con el nombre de Chauvin, personifica un
patriotismo exagerado.
El chovinismo resulta un
razonamiento falso o paralógico, una falacia de
tipo etnocéntrico o de ídola fori. En retórica,
constituye uno de los argumentos falsos que sirven para persuadir a la
población (o a un grupo determinado de personas) mediante la utilización de sentimientos,
muchos de ellos exacerbados, en vez de promover la razón y
la racionalidad. Se utiliza generalmente por parte
de políticos, medios de comunicación y empresarios para
condicionar la formación de expectativas. La filósofa política Hannah Arendt lo
describe así:
El chovinismo es un
producto casi natural del concepto de Nación en
la medida en que proviene directamente de la vieja idea de la "misión
nacional" [...] La misión nacional podría ser interpretada con precisión
como la traída de luz a otros pueblos menos afortunados que, por cualquier
razón, milagrosamente han sido abandonados por la historia sin una misión
nacional. Mientras este concepto de chovinismo no se desarrolló en la ideología y
permaneció en el reino bastante vago del orgullo nacional o incluso
nacionalista, con frecuencia causó un alto sentido de responsabilidad por el
bienestar de los pueblos atrasados.
"Imperialism,
Nationalism, Chauvinism", en The Review of Politics 7.4,
(octubre de 1945), p. 457
El chovinismo nació con la
creencia del Romanticismo en la existencia de un hipotético carácter, idiosincrasia, personalidad o temperamento nacional
distinto para que tendría vida propia e independiente; cada pueblo, etnia, raza, región o nación y
un Volksgeist o
espíritu del pueblo específico, que sus miembros deberían canalizar y servir;
si bien los griegos ya
se burlaban de quienes pretendían que la luna de Atenas era
distinta (y mejor) que la de Éfeso.
Psicológicamente, sin embargo, se trata de un sistema delirante que
esconde un sentimiento neurótico de inferioridad en forma paranoica (en su manifestación de delirio de grandeza).
Tras la Segunda Guerra Mundial y sobre todo
con la creciente Globalización, el chovinismo ha quedado
reducido a una práctica moralmente reprochable, expresión del pensamiento nacionalista que
suele ir acompañado de manías persecutorias consistentes en
culpar de los males propios a otros países, regiones, pueblos o razas.
Erich Fromm y León Poliakov han
estudiado las manifestaciones más perversas y peligrosas del chovinismo, que
pueden estar asociadas a ideologías totalitarias,xenófobas, racistas y sexistas.
Fin de la cita o referencia.
Es pues, en el
centro de este tema, que nos aplicamos ahora, quizás este concepto derivará en
tantas cosas o extensiones más, que siendo regionales o personales o hasta de
límites y fronteras tendrán o adquirirán otro nombre, como el caso especifico
del “pachuco” que buscaba definir Octavio Paz en su laberinto. Yo hace muchos
años adquirí un cierto gusto a la economía (solo superficialmente), con el
libro Los bienes terrenales del hombre, de Leo Huberman, me encanto, y la
manera en que describe la génesis del Capitalismo, el Feudalismo; allí claramente
me percaté de un concepto para mi extraño, el tema del Nacionalismo, como en
determinado momento, los señores Feudales, veían de la necesidad de congregarse
para poderse “defender” de las agresiones de otros “reinos” que los atosigaban
y querían dominarlos y someterles, para ya luego, pedirles o exigirles un
tributo, y como los héroes y heroínas, los caballeros, venían a ser los líderes
de esas causas y valores, que se consideraban nobles, y para ellos lo eran
definitivamente y morían por ello, todo en aras de proteger a su rey, a su
nobleza. De allí nace entonces, ahora mi percepción de que el regionalismo,
etnocentrismo, el nacionalismo, o cosa similar, en el fondo realmente
importante, lo que busca es mantener el estado en que se encuentran las cosas,
mantener el estatus quo, las clases, tal como están, el gobierno, tal como
esta, los valores, igual, la fe y las creencias, lo mismo. Si bien es cierto
que un pueblo o una región sin “identidad”, es como el joven que “renuncia” a
sus valores morales (que “mamo” en su casa), para encontrarse realmente “inerme”
ante los vaivenes de tanto “méndigo” (literal la palabra), que busca cualquier
cantidad de cosas, desde una enorme “veneración” o reconocimiento, el dominio
de esos seres aglutinados ante preceptos indefinidos de libertad, justicia,
belleza, arte y tantos mas y que realmente llegan a tutelar y disponer de sus destinos
de lamentable y “fea” manera, porque de verdad que difícilmente les darán la
oportunidad enorme de crearse y descubrirse a sí mismos, sino que les imponen,
literalmente, su percepción y realmente les “corrompen” en el más extenso
significado de la palabra, les imponen (emos) sus creencias, percepciones,
juicios, etc. Si bien es cierto se ha dicho que un pueblo sin “identidad” está
sujeto a los vaivenes de la historia, y en el caso específico de México, esto
no podría ser más cierto, desde que hago recuerdo de todos sus pasajes y que
sólo alcanzamos a notar la mayoría, antes de la conquista, aunque perdemos todo
el desarrollo del enorme imperio Mexica y sus horizontes de aquellos años; se
vislumbra un país sometido por cantidad de elementos que bien en el prologo de
las Cartas de relación de Cortes, apuntaba Henestrosa:
“No han dejado de
combatir en nosotros, el indio y el blanco. Cuando los creíamos reconciliados y
en paz, encontramos a los abuelos el uno
frente al otro, con los puños cerrados”,
con esa tan sólo cita, para denotar
que esto sigue aún terriblemente vigente, los odios y resentimientos de una
tierra que ha sangrado infinidad de veces por cantidad de personajes de diversa
procedencia, desde los conquistadores reales de México y los tácitos o velados
ya ahora, pasando por todos aquellos que han aprovechado esta enorme
disgregación de la patria mexicana en pequeños feudos atroces; reza el dicho: “divide
y vencerás” y en México, lo dicho, es totalmente cierto; hay una enorme
disgregación en todos los sentidos, hombres versus mujeres, padres versus los
hijos, religión X versus religión Y (¿antecedentes reales?: la guerra
cristera), los viejos versus los jóvenes, los del rancho fulano contra el
zutano, los de la colonia fulana contra los hijos de su pinche madre de,… y
así,.., infinidad; un país roto, fragmentado, que es buen espacio para los
grandes poderes de facto, esos que no piden permiso, ni respetan ningún valor
que no sea su propio interés y conveniencia, no reconocen patria, ni frontera,
ni valores, sólo los suyos, solo los propios (de ellos), no son cívicos, sino
más bien cínicos. He allí todo lo que significa esa enorme carencia o “tara”, la
disgregación, el etnocentrismo, es una filosofía que se adapta enormemente a
los excesivos intereses de la clase dominante, la que nos somete. Y no hablo y
digo de renunciar a nuestros “valores”, no podríamos, así como la
indoctrinación es un “falsa impostura” (los pachucos), no podríamos, es más
bien a un rescate real y cierto a nuestra verdadera historia, no la maquillada,
sino la real y cierta, para de allí partir con autoestima, no pretender que a
base de sombrerazos y “chingados”, cambiamos el esquema mexicano, el campo, los
corruptos (que somos todos), si no hay amor a la patria (la madre), no puede haber
un desempeño consecuente, requeriríamos un millón de policías (lo que sucede
ahora), para lograr un poco de control y civilidad (si como no, sólo de las
masas informes).
Bueno ya,.., hasta
aquí,…