martes, 26 de noviembre de 2013

El inicio



Eran como las dos de la tarde, se encontraba el sol colgado en la parte más alta, Antonio sacaba la lengua entre los dientes y musitaba en silencio: no llega aquí nadie, ni siquiera un ladrón para asaltarme, ¿por qué tuve esta fabulosa idea?, aquí en este desierto, no se mueve ni una puta alma, ni un jilguero, ni nada.

Esta historia pareciera se repitiera como un carrete, que se estuviera rebobinando de a tiempo y tiempo, ya le había pasado muchas veces, aquella vez que tuvo la maravillosa idea de irse de raid a viajar por todo México y termino el dichoso viaje luego de unos kilómetros porque vio a un tipo torvo que sintió que le esperaba. Luego la historia de Zenaida, esa linda mujer que alguna vez le hizo transportarse al cielo con su cálida sonrisa, el perdió su alma en ese instante y luego pensó que tendría que hacerla suya aunque tuviera que casarse, sin embargo cuando él se aproximo a con ella, la chica no demudaba el rostro, para su asombro Zenaida era ciega y algo retrasada, siempre así reía, todos lo sabían.

Pensaba y pensaba y no atinaba a lo que tenía que hacer, Dios mío dame una señal, persisto en este desierto de la nada, esperando un milagro ¿o que?, ¿me retiro?, ¿me vacaciono, que?, ¿que hago?, no se mueven ni las moscas, y mi reluciente producto casi siento que se va a echar a perder y habré de tirarlo o regalarlo, quiera Dios que eso no tenga que hacerlo, me costó tanto el emprender este changarrito, luego de que me corrieron del trabajo, me dijo mi jefe: “sabe Antonio como está la economía del país ¿verdad?, ese puto personaje que escogimos de presidente nos está llevando a la ruina, lo sabe ¿verdad?, bueno, el caso es que por más que le busco y le busco, no encuentro otra que pedirle se retire de con nosotros, usted ha sido un baluarte para este empresa, pero el día de hoy, ya no me alcanza ni para mis chicles, así es que le pido, le ruego, me pueda entender, que ya no puedo darle más trabajo, ¿cómo ve?”.

Hubiera querido decirle en ese instante tantas cosas, que si a mí que me importa ese puto personaje, que si podría mejor correr a su sobrino que es un tremendo huevonaso, que si mejor se pusiera las pilas y se pusiera a vender y no andarla pendejeando; pero no, me quede callado como tantas veces, solo puse mi cara de pendejo y alce las manos y levante mis hombros y lo único que dije, bueno, entiendo, y agache mi cara para que no me viera como casi se me salía una puta lagrima, contuve un suspiro y casi no entendía lo que debía hacer o decir en ese instante, escuchaba lo demás que me decía como si estuviera en un sueño y no percibiera bien, se escuchaba como un murmullo: “vaya con la contadora para que le liquide y por favor entiéndame y quiero agradecerle todo su apoyo, bla, bla, bla”,..


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