sábado, 7 de diciembre de 2013

Navidad



Los festejos de Diciembre contenían una serie de señales, uno de ellos eran la venta de cuetes, palomas, y chifladores; como sería que desde que me acuerdo siempre los han prohibido y mágicamente siempre aparecían por todos lados.
Mi madre solía ir al mercado de la Merced, estaba lejísimos y muchas veces yo tenía que acompañarla, yendo en los camiones que en ese tiempo cobraban 25 cvs, creo; comprábamos todo lo correspondiente y ya luego íbamos por los cuetes, había de todo, pero era poco el dinero y comprábamos tan solo lo esencial: atados de cuetes, palomas, chicas y grandes, chifladores, luces de bengala y un tubo que lanzaba bolas de colores, varitas, principalmente y ya con todo ello, ya sabíamos que estaba llegando Diciembre ya se venía la Navidad y lo que le seguía.
Otro signo era que mi padre procuraba hacer llegar el Árbol de Navidad, que en ese tiempo era considerado un Americanismo, pero nosotros felices, ver las esferas de vividos colores, las luces tan brillantes, las coronas, todo tan hermoso. Mi madre acostumbraba colocar el nacimiento, modesto porque casi nunca teníamos dinero, pero no tenía que faltar, el pesebre, el niño Dios, los peregrinos, los pastores, el árbol con la serpiente,  el diablo, los animalitos, los Reyes Magos, todos tenían que estar, no podía faltar alguno de los personajes.
Otro aspecto que se veía en esa Colonia de clase popular, repleta de chiquillos, era la organización de las señoras principalmente para “adornar” cada grupo de Familias, su calle, era necesario barrer toda la calle, cada quien su espacio y echar agua para que se viera limpia y fresca la calle, no importando que no hubiera pavimento y que las calles eran tan solo de tierra, solo se requería que estuviera y se viera limpia y no como todo el año, se utilizaba de todo: Farolitos tipo chino, serpentinas, espirales multicolores, globos, heno, triángulos de papel china, era espectacular y casi que cada casa quería como competir a cual más, ponía foquitos de colores y mas adornos para que se viera más bonito el adorno de su casa.
Se organizaban las posadas no podían faltar ninguna, empezaban desde el día 16 y cerraban con la del 23 de Diciembre, ya que el 24 no se estilaba, ya que cada quien celebraba con su propia familia. Eran todas increíbles, los canticos en el peregrinar, que era un recorrido corto, tan solo una vuelta en la calle, con velitas, luces de bengala, los cuadernitos con los canticos, ahí íbamos todos en procesión y ya luego llegábamos a pedir posada, unos se colocaban adentro de casa, otros afuera y empezaban las letanías pidiendo posada: “en nombre del cielo,..”, que hermoso era todo esta tradición, y ya luego terminábamos: “entren santos peregrinos,..”, en algunas casas no en todas, nos metían a rezar el Rosario, como chiquillos ya no queríamos,.., queríamos ya las piñatas. Ya, ya las piñatas; se rompían de menos 3 piñatas, una para los pequeños, otra para los niños grandes y otra para los adultos; pero había niños que se metían a todas sin importarle que los aplastaran,.., como éramos tantos que se hacia una montaña de gente, cuando se rompía la piñata que en esos tiempos invariablemente eran de barro y por lo consecuente no duraban tanto como las de ahora que son de puro cartón, muchas de ellas eran como las estrellas de 7 picos, de diferentes colores, zanahorias, o temas similares,  nada sofisticado; pero nosotros los chiquillos, Felices,..
Ya luego o antes nos daban la colación en bolsitas de plástico con dulces que en ese tiempo yo saboreaba y me deleitaba, en ocasiones igual nos daban bolsitas con fruta a los que no lográbamos alcanzar en la piñata.
También desde Noviembre y no se diga todo Diciembre, la TV nos bombardeaba de propaganda para los juguetes, era de continuo y constante el estar viendo esta inundación de nuestro espacio visual con toda clase de comerciales de juguetes que nos hacían soñar en pedirle a los Reyes Magos, ya que en el Distrito Federal era común que nosotros pedíamos los juguetes a los Reyes Magos y no a Santa Claus o al Niño Dios. Una de las tiendas comerciales que en esos tiempos tenía gran poder Comercial era la tienda Más, ella patrocinaba las películas clásicas en esa época, secuencias de las películas de Pedro Infante, eran como lo que debíamos ver en Diciembre: Los Tres García, A toda máquina, Nosotros los Pobres y todas ellas. De allí yo me volví fan de Pedro Infante, el fue un ídolo para mí en esa época y durante muchos años.
En el festejo de Navidad no podían faltar las guerritas de varas que nos aventábamos usando los tubos del drenaje que estaban por ponerse y los montículos de tierra y los agujeros para la futura reconstrucción de las casas, y que nos hacían imaginar que estábamos en las trincheras de la guerra. Era todo muy divertido, en esos tiempos nuestras mentes eran totalmente ingenuas y nada malo veíamos en estos juegos, tan solo nos divertíamos como enanos que éramos.

Y ya por fin la cena de Navidad, eran clásicos Los Romeritos, El Bacalao, la ensalada de Noche Buena, que era para mí algo grandioso, el color del betabel, y todos sus ingredientes, que hermosamente rica toda su mezcla, la sidra, el rompope; en esos tiempos se estilaba que los chiquillos tomáramos una copa de sidra en la cena, luego ya en ella, a veces se estilaba que mi padre, si llegaba, nos daría algunas palabras a propósito, algo breve, ya que mi padre no era muy expresivo.

Todo esto es lo que se me viene en Navidad y en Diciembre, por ello lo quise colocar aquí, quizás este testimonio y de alguno más de mi época antediluviana, pudiera hacer posible el milagro de que nuestros nietos pudieran rescatar en algún futuro estas nuestras tradiciones mexicanas, ya casi olvidadas y perdidas.


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