Salí y me hería la resolana,..
acostumbrado de tantas horas a la penumbra,..
la irradiación de los rayos solares hería a mis ojos,..
agachaba la mirada,…, los entrecerraba,..
De alguna manera recordaba algunos pasajes,..
que llegaban a mi memoria,.., el llano en llamas,..
aquella parte donde el personaje dice,..
que la mirada no podía detenerse,..
que nada le llamaba a hacerlo,..
Así yo,.., solo caminaba,.., buscando no tropezar,..
rebase ese baldío caliente, árido, reseco,..
iba por mi nieto,.., a su escuela,..
le espere y ya volvimos,..
Y también recordaba a la alegoría,..
de la cueva,…
donde el personaje se siente incomodo
cuando se le arranca,.., de su penumbra,..
y se le lleva a rastras hacia la luz,...
y siente pánico,..
Y de alguna manera todo eso va confabulando
con el pensamiento,..
de los apegos,..
Y es muy cierto que,..
en muchas ocasiones requerimos,..
una mano que nos asista cuando caemos,..
y no por voluntad propia,.., sino como un golpe,..
como un accidente que nos fragmenta y nos derrota,..
No obstante,..
la vida,.., requiere de cierto grado de fe,..
esa del gato,.., que se sabe que pudiera estar encerrado,..
en una caja negra,.., y que nos dicen,.., que allí el esta
y no podemos verle,..
Así los apegos,..
si nos detenemos demasiado,..
no permitimos el crecimiento,..
Y hacemos asociaciones dolorosas,..
que nos lisian,..
que nos limitan toda la capacidad que deberíamos,..
desarrollar para crecer y madurar,..
decía mi nieto,..
¿cómo fue que Dios creó a la sombra?,..
y creo que allí está la respuesta de este pasaje,..
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